lunes, 10 de noviembre de 2014

COLUMNA



Me lo dijo un pajarito
Mañana, mañana
Javier Cassio
Permítame compartirle una pequeña historia. Se relaciona con nuestra generalizada costumbre suponer que mañana es mejor día que hoy para resolver los pendientes. Cuenta una leyenda que San Expedito predicaba el evangelio en la antigua Roma y un centurión romano decidió convertirse al cristianismo. Entonces el diablo apareció en forma de cuervo y volando alrededor de él clamó “cras, cras”, lo cual en latín significa “mañana, mañana”. Expedito espantó al pájaro gritando victoriosamente “¡Hoy!”.
Por hacerlo, Expedito alcanzó la salvación y es venerado como el santo patrono de los postergadores. Los postergadores son las personas que prefieres aplazar las cosas para una mejor ocasión, la cual generalmente nunca llega o lo hace tardíamente. Los postergadores somos legión. Dejar las cosas para mañana es el deporte y la obsesión nacional, provocadora de múltiples males y principal productor de crisis. Las cosas que normalmente funcionarían correctamente hoy, mañana lo tienen que hacer a trompicones debido al paso del tiempo.
En español, el nombre Expedito significa “rápido” y debido a ello la devoción popular lo considera patrono de las causas urgentes, abogado de las causas imposibles (una ocupación que también comparten san Judas Tadeo y santa Rita), protector de los militares, los estudiantes, los jóvenes y los viajeros y patrono de las causas legales demasiado prolongadas. San Expedito es un santo reconocido por los fieles católicos que no aparece en la liturgia católica. Sin embargo, el desconocimiento oficial no impide que sus seguidores celebren el 19 de abril como su onomástico.
Expedito nació en Armenia, fue un mártir cristiano, pero no se sabe mucho más sobre él. De acuerdo a otra leyenda, era un centurión romano en su país que se hizo cristiano durante la Persecución Diocleciana en 303. Para impedir su conversión al cristianismo el diablo tomó la forma de una serpiente y le aconsejó que postergara su conversión hasta el día siguiente. Pero expedito pisoteó la serpiente, al tiempo que declaraba “¡Seré cristiano hoy!”
Expedito fue martirizado ese mismo años, pero fue resucitado a mitad del siglo XIX, mientras el paso de la humanidad se aceleraba como resultado de la Revolución Industrial. El mundo dejó de ser todo lo tranquilo que había sido durante los pasados diez mil años y se empezó a precipitar hacia adelante con vertiginosa velocidad. Actualmente el ritmo en que vivimos es un pandemónium y se multiplican las obligaciones que solamente resolvemos con tiempo.
Y luego se inventó el verbo y sustantivo postergar. La Asociación Psicológica Americana estima que dos de cada diez hombre y mujeres en Estados Unidos con postergadores crónicos. Dejar para mañana lo que se puede hacer hoy cuesta mucho dinero e impone cargas excesivas en lo que tenemos que hacer. Nuestra vida parece transcurrir siempre en tiempo de crisis y esta modalidad es la única que reconocemos para hacer las cosas. Nada clasificado como de prioridad “normal” se realiza en su tiempo.
La era digital nos permite gastar nuestro tiempo de variadas maneras, ninguna de la cuales tiene relación con hacer las cosas cuando las debemos hacer. En julio pasado el periódico The Economist reveló que la humanidad gastamos 140 millones de horas viendo “Gangnam Style” en YouTube dos mil millones de veces. Con ese tiempo pudimos haber construido cuando menos otras cuatro pirámides en Egipto. Es fascinante lo irracional que nuestra mente puede ser a veces.
La postergación es uno de los mayores defectos de nuestra sociedad, aunque siempre es acusada como una deficiencia personal. O quizá no estemos tan mal dejando para después la mayoría de las cosas que tenemos que hacer. Tal vez estemos imponiéndonos demasiadas obligaciones y ello está volviéndonos locos. Tenemos que hacer cosas para sentir que somos útiles. Relegamos a un absurdo lugar en nuestra lista de prioridades la necesidad de simplemente ser.
Por estos días leí con fascinación que Leonardo da Vinci tenía la rara tendencia de empezar proyectos, pero no gustaba terminarlos. El genio que impulsó la época conocida como Renacimiento era un inveterado postergador. A pesar de haber creado la pintura más famosa de la historia de la humanidad, Leonardo dejó pendientes el noventa por ciento de sus proyectos. Por esa rara fama, todos los clientes que podían contratarlo preferían a Miguel Ángel, Boticelli o Rafael.
El molesto cuervo de Expedito revoletea a diario por encima de nuestras cabezas y ocasiona que la postergación sea una epidemia. En el proceso nos hace más culpables de lo que en realidad deberíamos ser. Dejar las cosas para después y sentirnos presionados para hacer las cosas que dejamos pendientes es la mayor peculiaridad de la era moderna. Por ello propongo que san Expedito sea el santo patrono de todos los que tengamos que hacer algo y encontremos siempre la razón adecuada para hacerlo en mejor ocasión.
Comentarios, dudas, aclaraciones:          javiercassio@gmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rocio arenas ya sabemos que mario hernandez te ha estado dando dinero para que lo menciones en tus columnas cada vez que puedes pero en lugar de posicionarlo lo estas jodiendo ya que mas de uno ya sabe y se dio cuenta que por debajo del agua te da una lanilla por quererlo elevar para q sea el proximo secretario de la 35