sábado, 6 de septiembre de 2014

COLUMNA



Me lo dijo un pajarito
¿Dónde quieres estar en diez años?
Javier Cassio
A principios de año, platiqué con una amiga sobre la importancia de los grandes cambios en nuestras vidas. Comentamos que muchas veces, por intentar cosas mayores nos olvidamos de las menores. Por alguna razón atribuible a las inmadureces de la juventud, mi amiga me contó que hace diez años, cuando tenía 26, le ofrecieron un tatuaje como regalo. Su primera intención fue aceptarlo. Pero, en un momento de claridad pudo verse con diez años más. No le pareció que, en el paso del tiempo, un tatuaje se vería bien en la alberca o en alguna actividad con requisitos de poca ropa.
Pero sí tuvo la capacidad de imaginarse tatuada con el dibujo que representara sus ideas hasta el fin de su vida. Una mariposa, porque se sentía libre. Un dragón, porque su vida sería mitológica. Un símbolo que representara a Nirvana, por su música y la profundidad de sus mensajes. Ello le ayudaría a envejecer en un relámpago de gloria. Tal vez hasta le ayudaría a rescatar niños y mujeres de cualquier situación que amenazara su existencia. En esos casos, el tatuaje luciría grandioso.
Dentro de la filosofía del tiempo, una idea inquietante es el presentismo. Este es la creencia de que únicamente existe el presente. Vivimos en una incesante sucesión de momentos presentes, es cierto. Pero el argumento se adaptaría mejor para un estudiante de preparatoria. Por muy irreales que parezcan, el pasado y el futuro nos determinan y deben considerarse como constructos lógicos o ficciones. Un delicioso ejemplo del presentismo es suponer que las cosas pasadas serán igual en el presente. O su contraparte, que las cosas presentes serán igual en el futuro.
Así es que mi amiga decidió dejar su cuerpo como una hoja en blanco. Ahora se alegra de su decisión.Me dijo que los valores que dirigen su vida han cambiado tremendamente, y que ahora piensa que aquella tinta le habría causado más momentos de bochorno que de orgullo. Aquella decisión fue un raro momento de previsión. Pudo verse en el futuro y actuar sin las ataduras de suponer que el presente se proyecta al futuro en forma como garantía. Por otro lado, no pudo resistirse a practicarse dos horadaciones en partes de su cuerpo. Después de todo, mi amiga es atrevida. No me cabe la menor duda.
La versión más joven de mi amiga se permitió uno de los atributos personales más difíciles de lograr: pensar en su crecimiento futuro. En aquel momento, pensar en los años por venir le parecía imposible, especialmente cuando hojeaba los intrincados y coloridos diseños y dibujos de los catálogos de tatuajes. Diez años después, reconoce que ha cambiado mucho más de lo que imaginó. El año pasado, una investigación titulada “El fin de la ilusión historia” reportó que las personas rutinariamente reportan que su personalidad, valores y preferencias han cambiado significativamente en los diez años previos.
Pero desestiman los cambios que sucederán en sus próximos diez años. Los investigadores escribieron: “Las personas, parece, consideran el presente como un momento parte aguas en el cual ellos han llegado finalmente a ser el tipo de persona que serán por el resto de sus vidas”. En cualquier punto de nuestras vidas tendemos a pensar que estamos completamente desarrollados. El hecho es que nuestras personalidades evolucionarán mucho más de lo que predecimos.
Algún día miraremos hacia atrás en nuestras vidas y preguntaremos “¿Cómo viví mi vida siendo tan inmaduro?”. La consciencia de que el futuro nos permitirá evolucionar me parece muy buena información. Cualquiera de nosotros, en cualquier tiempo, puede cambiar su trayectoria preguntándose, ¿Quién deseo ser en diez años? Las clases que imparto a menudo me entregan la oportunidad de hacer esa pregunta a mis alumnos. Usualmente la mejor respuesta son expresiones de desconcierto. Los más osados atreven respuestas para los siguientes tres años. La mayoría contestan con lo que les gustaría tener –carrera terminada, matrimonio, casa-, pero no quienes les gustaría ser.
Casi ninguno de nosotros necesitamos cambios dramáticos para llegar a ser determinado tipo de persona. Con suerte, tampoco usted necesita hacerlos. La única tarea en cualquier momento es hacer pequeñas aproximaciones hacia nuestras futuras personas. Esas pequeñas elecciones continuas requieren poco esfuerzo, y con la práctica nos parecerán naturales. Con el tiempo, nos cambian en formas fundamentales.
Esa pregunta (¿quién quiero ser en diez años?) me dice todo lo que debo saber sobre mi momento presente. En lugar de ver otro episodio en DiscoveryChanel, la Rosa de Guadalupe o Señorita Laura, quizá pueda leer unas cuantas páginas de un libro para promover mi capacidad de juicio, síntesis y análisis. O quizá escribir un poema o la siguiente gran novela. Quizá la próxima vez que compre un hot-dog callejero le pregunte al vendedor sobre su día, porque eso fortifica mi atención por los demás.
La vida es un juego de centímetros y las pequeñas decisiones pueden acumularse en grandes cambios. Si estás contemplando un gran cambio para el siguiente año, empieza ahora, poco a poco. Ahora es cuando empieza el éxitoen el gimnasio, un nuevo rumbo para tu carrera, tu mejor forma física o la siguiente novela que conmoverá al mundo. Y mientras te diriges a esa clase de baile reductivo, piensa en las pequeñas correcciones que pueden hacer justo ahora. Y siempre es un ahora. Comentarios, dudas, aclaraciones:        javiercassio@gmail.com


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