Me lo dijo un pajarito
¿Dónde quieres estar en diez
años?
Javier Cassio
A
principios de año, platiqué con una amiga sobre la importancia de los grandes
cambios en nuestras vidas. Comentamos que muchas veces, por intentar cosas
mayores nos olvidamos de las menores. Por alguna razón atribuible a las
inmadureces de la juventud, mi amiga me contó que hace diez años, cuando tenía
26, le ofrecieron un tatuaje como regalo. Su primera intención fue aceptarlo.
Pero, en un momento de claridad pudo verse con diez años más. No le pareció
que, en el paso del tiempo, un tatuaje se vería bien en la alberca o en alguna
actividad con requisitos de poca ropa.
Pero
sí tuvo la capacidad de imaginarse tatuada con el dibujo que representara sus
ideas hasta el fin de su vida. Una mariposa, porque se sentía libre. Un dragón,
porque su vida sería mitológica. Un símbolo que representara a Nirvana, por su
música y la profundidad de sus mensajes. Ello le ayudaría a envejecer en un
relámpago de gloria. Tal vez hasta le ayudaría a rescatar niños y mujeres de
cualquier situación que amenazara su existencia. En esos casos, el tatuaje
luciría grandioso.
Dentro
de la filosofía del tiempo, una idea inquietante es el presentismo. Este es la
creencia de que únicamente existe el presente. Vivimos en una incesante
sucesión de momentos presentes, es cierto. Pero el argumento se adaptaría mejor
para un estudiante de preparatoria. Por muy irreales que parezcan, el pasado y
el futuro nos determinan y deben considerarse como constructos lógicos o ficciones.
Un delicioso ejemplo del presentismo es suponer que las cosas pasadas serán
igual en el presente. O su contraparte, que las cosas presentes serán igual en
el futuro.
Así
es que mi amiga decidió dejar su cuerpo como una hoja en blanco. Ahora se
alegra de su decisión.Me dijo que los valores que dirigen su vida han cambiado
tremendamente, y que ahora piensa que aquella tinta le habría causado más
momentos de bochorno que de orgullo. Aquella decisión fue un raro momento de
previsión. Pudo verse en el futuro y actuar sin las ataduras de suponer que el
presente se proyecta al futuro en forma como garantía. Por otro lado, no pudo
resistirse a practicarse dos horadaciones en partes de su cuerpo. Después de
todo, mi amiga es atrevida. No me cabe la menor duda.
La
versión más joven de mi amiga se permitió uno de los atributos personales más
difíciles de lograr: pensar en su crecimiento futuro. En aquel momento, pensar
en los años por venir le parecía imposible, especialmente cuando hojeaba los
intrincados y coloridos diseños y dibujos de los catálogos de tatuajes. Diez
años después, reconoce que ha cambiado mucho más de lo que imaginó. El año
pasado, una investigación titulada “El fin de la ilusión historia” reportó que
las personas rutinariamente reportan que su personalidad, valores y
preferencias han cambiado significativamente en los diez años previos.
Pero
desestiman los cambios que sucederán en sus próximos diez años. Los
investigadores escribieron: “Las personas, parece, consideran el presente como
un momento parte aguas en el cual ellos han llegado finalmente a ser el tipo de
persona que serán por el resto de sus vidas”. En cualquier punto de nuestras
vidas tendemos a pensar que estamos completamente desarrollados. El hecho es
que nuestras personalidades evolucionarán mucho más de lo que predecimos.
Algún
día miraremos hacia atrás en nuestras vidas y preguntaremos “¿Cómo viví mi vida
siendo tan inmaduro?”. La consciencia de que el futuro nos permitirá
evolucionar me parece muy buena información. Cualquiera de nosotros, en
cualquier tiempo, puede cambiar su trayectoria preguntándose, ¿Quién deseo ser
en diez años? Las clases que imparto a menudo me entregan la oportunidad de
hacer esa pregunta a mis alumnos. Usualmente la mejor respuesta son expresiones
de desconcierto. Los más osados atreven respuestas para los siguientes tres
años. La mayoría contestan con lo que les gustaría tener –carrera terminada,
matrimonio, casa-, pero no quienes les gustaría ser.
Casi
ninguno de nosotros necesitamos cambios dramáticos para llegar a ser
determinado tipo de persona. Con suerte, tampoco usted necesita hacerlos. La
única tarea en cualquier momento es hacer pequeñas aproximaciones hacia
nuestras futuras personas. Esas pequeñas elecciones continuas requieren poco
esfuerzo, y con la práctica nos parecerán naturales. Con el tiempo, nos cambian
en formas fundamentales.
Esa
pregunta (¿quién quiero ser en diez años?) me dice todo lo que debo saber sobre
mi momento presente. En lugar de ver otro episodio en DiscoveryChanel, la Rosa
de Guadalupe o Señorita Laura, quizá pueda leer unas cuantas páginas de un
libro para promover mi capacidad de juicio, síntesis y análisis. O quizá
escribir un poema o la siguiente gran novela. Quizá la próxima vez que compre
un hot-dog callejero le pregunte al vendedor sobre su día, porque eso fortifica
mi atención por los demás.
La
vida es un juego de centímetros y las pequeñas decisiones pueden acumularse en
grandes cambios. Si estás contemplando un gran cambio para el siguiente año,
empieza ahora, poco a poco. Ahora es cuando empieza el éxitoen
el gimnasio, un nuevo rumbo para tu carrera, tu mejor forma física o la
siguiente novela que conmoverá al mundo. Y mientras te diriges a esa clase de
baile reductivo, piensa en las pequeñas correcciones que pueden hacer justo
ahora. Y siempre es un ahora. Comentarios, dudas, aclaraciones:
javiercassio@gmail.com
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