UN SIGLO CON JULIO: CRONOPIO
PARA ARMAR
Wenceslao Vargas Márquez
Se cumplen cien años de que se encuentra Julio entre nosotros. Seguro que
él bromearía que desde 1984 sólo en sus libros. Cortázar nació hace un siglo,
en agosto de 1914. La vida política de México transcurría entre los Tratados de
Teoloyucan y la Convención de Aguascalientes, período donde los revolucionarios
se asesinaban con confianza solamente entre amigos; habían sacado del escenario
al porfirismo. En Europa surgía de las trincheras la Primera Guerra Mundial con el balazo que estallaba sobre el emperador Francisco José en Sarajevo. En Bruselas, Bélgica, nacía Julio Cortázar, de raíces argentinas, quien sería uno de los más grandes escritores universales y que, al igual que el argentino Borges, nunca recibiría el premio Nobel. 1914 fue también el del nacimiento de escritores como Octavio Paz y del elegante y cerebral Adolfo Bioy Casares. Bioy y Borges son la inteligencia escrita, García Márquez es un volcán verbal; Pablo Neruda insiste en dos palabras: copas y raíces; Borges insiste en otras dos: laberintos y espejos. Cortázar, en otra tesitura, nos provoca con relatos y novelas que frecuentan otro par de ideas: juegos y rompecabezas. Cortázar es el hacedor de juegos literarios que desafían la imaginación como nos desafía un rompecabezas puesto sobre el mantel de la mesa y que hay que armar leyendo:
Como es sabido, Rayuela es un enorme rompecabezas que descansa en una novela que se puede leer de dos formas: 1) como Dios manda desde la página uno a la quinientos o 2) siguiendo un tablero de dirección que el autor nos brinda para seguir otra trama mediante un equivalente del juego de mesa serpientes y escaleras que exige empezar a leer ¡en el capítulo 73! Mi ejemplar es de Bruguera y tiene 640 páginas. Julio Cortázar fue un gran aficionado a los palíndromos, esas frases que se pueden leer de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante como si nada. En la primaria, antes de la infausta reforma educativa, nos enseñaban el clásico 'Anita lava la tina'. En cierto cuento Cortázar usa como epígrafe un palíndromo prodigioso 'Adán y raza. Azar y nada'. En ese relato un personaje construye el palíndromo 'Atar a la rata', en singular. Luego alguien juega a construir el plural 'Atar a las ratas' que de reversa ya no es un palíndromo pero el juego cortazariano hace que salte de entre las letras un peludo y espantoso animal, 'Satarsa, la rata' que da título al extraordinario cuento 'Satarsa'. Por cierto que los palíndromas tienen sus hermanos numéricos en los capicúas; 2002 es capicúa. Los lectores y los especialistas (categorías con frecuencia incompatibles) disputan las posibles clasificaciones de la obra. ¿Cuento? ¿Relato? ¿O mejor nos divertimos leyendo sin taxonomías innecesarias? Esta última era la de Julio. En otra novela el desafío aparece desde el título de la novela '62. Novela para armar'. ¿Dónde ponemos a 'La vuelta al día en ochenta mundos'? ¿Dónde ponemos 'Último round'? Son catálogos de frases, figuras, fotografías, recortes. Cortázar quiere que el lector ponga a trabajar las pequeñas células grises de las que habla Poirot, el detective de Ágatha Christie.
En el cuento
'La puerta condenada' los habitantes de un hotel oyen el llanto de un niño en
la habitación donde se hospeda una mujer sola y que batalla con arrullarlo. Una
cierta mañana la mujer ya no está -se entiende que se va con el niño. El
narrador omnisciente -Cortázar- da ambigua cuenta del hecho, pero nos depara un
terror helado con las frases finales cuando Petrone, ya sin vecina y sin niño,
vuelve a escuchar a través de la puerta condenada el llanto infantil
interminable. Nos dice: "Y cuando mucho más tarde lo oyó (...), por encima
del miedo, por encima de la fuga en plena noche, supo que estaba bien y que la
mujer no había mentido, no se había mentido al arrullar al niño, al querer que
el niño se callara para que ellos pudieran dormirse". A mi juicio, 'La
puerta condenada' de Cortázar es superior por su profunda brevedad a 'Otra
vuelta de tuerca' de Henry James. En ‘Casa tomada’ una pareja nota como la casa
en que viven es ocupada cuarto a cuarto, espacio a espacio, pasillo a pasillo,
por alguien, por algo. El lector debe resolver el enigma, abierto a todas las
discusiones posibles. Julio Cortázar no ha regalado textos que nos retan desde el título.
‘Instrucciones para llorar’, ‘Instrucciones para matar hormigas en Roma’. En el
párrafo inicial de ‘Instrucciones para subir escaleras’ leemos “Nadie habrá
dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una
parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente
se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular”. Por
el centenario que se conmemora este 26 de agosto y por razón de estos títulos,
un analista boliviano escribió ‘Instrucciones para recordar a Julio Cortázar’,
título que me parece excelente.
Cortázar nos depara en sus libros invenciones como los cronopios, los famas
y los esperanzas. Los cronopios son seres verdes y húmedos. Inventa seres e
inventa palabras de alguna manera como también la novela ‘La Naranja Mecánica’
inventa las suyas por su autor Anthony Burgess en el mismo 1962 en que se
publicó ‘Rayuela’. Cada quien su enfoque. Cortázar para jugar con el lector y
hacerle guiños; Burgess porque violentos adolescentes usan en sus fechorías un
vocabulario encubridor que sólo ellos entienden. El desafío
de hoy es la lectura de Cortázar y no sólo el recorte de frases supuestamente
de Cortázar pero de dudosa procedencia. Dice un crítico que debería tomarse a
ofensa pretender conocerlo (a él o a cualquier otro autor) con la moda de usar
sólo memes y parrafitos de 140 caracteres. Julio nació
hace cien años. ¿Cómo nos habría
saludado? Con una frase propia, impecablemente cortazariana, ininteligible para
cualquier ajeno que jamás haya sido aunque sea por breves instantes un verde y
húmedo cronopio. Nos habría mirado con fijeza y habría pronunciado sentencioso
una frase absolutamente suya:
-Buenas tardes, fama. Tregua catala espera.
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@WenceslaoXalapa
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