Algo que vale la pena contar
Alberto Boardman
"No pudiendo cambiar los hombres, se cambian sin
tregua las instituciones". Jean Lucien Arréat
El proceso,
analizado estrictamente desde el punto de vista jurídico, a todas luces fue
injusto. En aquellos tiempos y sociedades, las normas judiciales emanaban de la
religión. Diez mandamientos normaban el actuar ante Dios y la relación de los
hombres en comunidad. Gran parte del Derecho derivó de los cinco rollos que
forman el Pentateuco, conocido por el pueblo hebreo como Ley o Torah: Génesis,
Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Cuando aquella
avanzada noche llevaron a Jesús de Nazaret frente al Sanedrín, se infringieron
inicialmente tres principios de legalidad: 1) arresto sin flagrancia, 2) inobservancia
del principio de publicidad (ya que el juicio se verificó en la casa privada de
Caifás y no en la sala pública), y 3) violación a la regla de diurnidad, que
establecía que un proceso judicial no podía prolongarse después del ocaso.
Nicodemo fungió
como abogado defensor, pero no se aceptaron testigos a la defensa. Después de
los alegatos, el veredicto decretó la pena de muerte por un delito que no lo
ameritaba: la blasfemia, impuesta por haberse autodenominado “hijo de Dios”. Sumado
a ello, no se permitió como establecía el Derecho en caso de pena máxima, la
posibilidad de impugnación y revisión.
La pena de muerte en
el Derecho judío ordenaba su consumación a través de la lapidación, más no de
la crucifixión, ya que ésta era un castigo empleado por los romanos exclusivamente
para sancionar delitos graves cometidos en contra del Estado, tales como:
sedición, rebelión o piratería.
Así, para ejecutar
la crucifixión había que acudir entonces ante la autoridad romana. A pesar de
los testigos falsos que manifestaron que Jesús pretendía que no se pagara
tributo al César, Pilatos nunca estuvo convencido de la culpabilidad del
nazareno y se lavó las manos tres veces. La primera por incompetencia
territorial ya que Jesús era Galileo y como consecuencia Herodes era quien
tenía responsabilidad sobre él. La segunda por no encontrar ningún delito en el
acusado, ordenando solamente azotes como castigo menor. Pero finalmente ante la
presión de los religiosos, recurre al plebiscito, eludiendo así en el desenlace
nuevamente, toda responsabilidad.
En resumen, nos
encontramos ante una gran injusticia que posiblemente allanó el camino a fuerza de costumbre, a
todas las que en la historia habrían de seguirle.
Somos lo que hemos
leído y esta es, palabra de lector.
Contacto: radioelitesaltillo@hotmail.com
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