sábado, 12 de julio de 2014

Columna



Me lo dijo un pajarito
El futbol de pachanga
Javier Cassio

Aunque actualmente en Brasil es temporada de invierno, la euforia del futbol se vive con intensidad de verano, desde las canchas llaneras hasta los estadios erigidos para albergar multitudinarias cantidades de espectadores y alcanzar millonarias cifras de audiencia. Inclusive quienes no tenemos la capacidad de entender la compleja simplicidad del jogo bonito quedamos hipnotizados cada cuatro años frente al televisor ante el encuentro de equipos que representan a países de ignorada geografía. El interés crece cuando hay expresiones en las tribunas y mordidas en la cancha.
Con incredulidad y regocijo veía a Giorgio Chiellini de Italia jalarse el cuello de su camiseta azul para mostrar su hombro. Su lenguaje sin palabras expresaba que se quejaba, y que su queja bien podía haberla dirigido a su mamá, pero era para el árbitro del partido entre su equipo Italia y Uruguay. También parecía un altercado en un jardín de niños, y no presenciado por millones de espectadores. Luis Suárez volvió a morder a un oponente. Lo hizo de nuevo. Y en el Mundial de Brasil. Y los espectadores lo esperaban.
En su reacción, el italiano golpeó en el rostro al uruguayo y ambos cayeron al suelo. Las escenas siguientes muestran al agresor Suárez quejándose a su vez por el rozón recibido en la cara y revisándose la dentadura. Su reacción me parece bastante obvia. Se revisa la dentadura porque para él es una herramienta de su trabajo. Además de manejar la pelota con los pies y usar las manos para detener el rival –cuando el árbitro no lo ve,- él utiliza la dentadura como medio de contención.
Aunque resulte difícil de creer, morder a alguien forma parte del desarrollo de la infancia. Para los niños morder no es agresión, sino parte de su desarrollo temprano. En el caso de ellos, la reacción de morder se relaciona principalmente con probar su (nueva) dentadura o la exploración de un nuevo juguete u objeto. Puede también ser parte de llamar la atención o de expresar sentimientos. Y por frustración, enojo o miedo. Los niños no tienen los medios para expresar sus emociones fuertes, así es que ante su frustración recurren a morder. Para ellos, es una forma de exigir atención de las demás personas o expresar su disgusto.
Pero el delantero uruguayo tiene 27 años, por lo cual debería quedar excluido de las explicaciones infantiles, pero no totalmente alejado. Mi mejor respuesta a por qué mordió sería por la frustración y agresión a un oponente que le evitaba ir por la pelota, lo cual es su trabajo. La verdad es que nadie se explica lo que hace, y menos cuando debe tomarse en cuenta que lo hace frente a millones de espectadores, algunos de los cuales están esperando que lo haga.
Luis Suárez es uno de los mejores delanteros del mundo, pero tiene un grave problema de falta de control de sus impulsos agresivos. Mordiendo demuestra su incapacidad de manejar sus emociones. El futbolista no está enfermo, en la misma forma que no estamos enfermos quienes tenemos una filia (leer) o fobia (cucarachas) que no podemos ni explicar o controlar. Luis tiene un trastorno de su personalidad. Y mientras los que vemos su accionar nos sentimos afectados por su conducta, para él es totalmente natural. Como lo sería para un niño de tres años.
El otro aspecto de este Mundial que llama profundamente mi atención, es el llamado grito homofóbico, también conocido como grito de “¡puto!” o despeje de putería. La expresión es tan común en saques de meta en México que hasta la Federación de Fútbol (FIFA) anunció que iniciaba una investigación al respecto y amenazó con una sanción fue que muchos de nosotros reparamos en que era utilizada por mexicanos (y brasileños).
Con todo el respeto supuesto para una institución que tiene más países miembros que la Organización de las Naciones Unidas, me parece que exagera. Para empezar, no me los imagino investigando el significado del término. Para nosotros ha dejado de ser un insulto y tampoco se utiliza ya como insulto contra quienes ejercen la prostitución o tienen preferencias sexuales diferentes. Se usa, respetuosamente, en forma festiva, de confianza y un poco intimidatoria para el portero del equipo rival.
El grito, altamente coreografiado con los movimientos del portero rival, debe parecer amenazante para el contrincante que desconoce que en México encontramos que el espectador sentado en las tribunas también puede hacer algo para ayudar a su equipo a lograr una ventaja emocional. Nadie en su sano juicio inició una investigación para determinar si hace cuatro años los sudafricanos utilizaban el sonido de sus vuvuzelas en sus estadios para amedrentar a sus rivales. Personalmente consideraba el ruido de las tribunas como si fueran manadas de elefantes en celo y proveniente del infierno. Pero la FIFA no inició una investigación al respecto.
Y tal vez las vuvuzelas fueran las causantes de nuestra derrota ante Argentina (3-1) y nuestra eliminación en octavos de final.
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