miércoles, 21 de mayo de 2014

COLUMNA

Algo que vale la pena contar

 La decencia de la docencia

“Un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede predecir dónde acabará su influencia” H.B. Adams
                                                 
Alberto  Boardman
 
 Generalmente en nuestro país, existe la costumbre de celebrar algunos reconocimientos a profesiones o figuras de nuestro entorno, haciendo precisamente todo lo contrario a lo que podría esperarse como festejo, el día del trabajo se descansa, el día de las madres se les da más trabajo y el día del maestro no hay escuela.

Lejos han quedado aquellos tiempos en los que la figura del Maestro inspiraba tanto respeto que regularmente, calles, colonias, monumentos, bibliotecas, incluso las propias aulas se llenaban de imposiciones de nombres de docentes queridos y admirados. Entonces dicha profesión era considerada semillero por excelencia de las nuevas y mejor preparadas generaciones de mexicanos. Hoy en día prefieren ponerle a una biblioteca el nombre de un político, un pariente de éste o incluso de algún programa de gobierno.
Como cada año por estas fechas, resulta muy común ver la repetición de aquella película de 1960 estelarizada por José Elías Moreno, titulada “Simitrio”, seguro la recuerda. Qué mejor ejemplo del docente apóstol que aquel épico personaje del Profe Cipriano ¿no? y es que ya desde entonces, (hablamos de hace más de 50 años) la otrora respetable figura del maestro fue transitando hacia una evolución compleja, en la que poco a poco le fuimos despojando de atributos, responsabilidades y por ende, respeto.
Tan es así que hoy en día resulta muy común que cualquier persona se adjudique fácilmente el papel de “Maestro”, todos opinamos, evaluamos y calificamos: ¿Pues qué le pasa a ese maestro tuyo? No, está mal, esto no es así, es asa… ¿Eres maestro? ¡Qué felicidad! Cuantas vacaciones y prestaciones tienes. Al final los propios niños o muchachos, terminan por adquirir en sus reflexiones ese lamentable gesto crítico y por supuesto, si los padres lo dicen, entonces se lo creen.
Por supuesto que no quiero decir que los docentes siempre tengan la razón, pero me refiero a que precisamente también nuestra sociedad, ha contribuido en gran medida a la pérdida de respeto por la figura educadora.
“Educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía.” Ruskin John
Culpas sobran, por supuesto también se agregan las propias actitudes de los sindicatos docentes, de los medios de comunicación que estelarizan marchas y plantones, de una cantidad considerable de “profes” que no son “profes”, porque hay que decirlo, obtener un grado de licenciatura o ingeniería, no te capacita automáticamente para ejercer la docencia.
Por otro lado, reflexionemos un poco más acerca del papel actual que desempeña nuestra sociedad en este nuevo enfoque. En los tiempos en que la figura docente se encontraba en las primeras posiciones de valoración ciudadana, tanto la sociedad como la educación coincidían plenamente en los modelos de formación para la vida que debían de transmitirse. Hoy en día, la docencia se practica dando tumbos entre la pérdida del consenso y la divergencia social. En concreto difícilmente puede imprimirse una huella, si la desacreditación de los conocimientos transmitidos suele ponerse en duda o de plano desacreditarse. ¿Qué cómo sucede? Pues en gran medida gracias al exceso de información. En esta era moderna una parte importante de la función docente consiste ya no tanto en proporcionar el conocimiento, sino más bien en ayudar a los alumnos a lidiar con esos grandes aludes de información adquirida para que puedan procesar y asimilar el conocimiento realmente importante.
Por otro lado, por supuesto que también afecta nuestro papel como padres o miembros de familia, ese mismo exceso de información nos induce a personificar posturas que no nos corresponden, no respetamos ese ámbito espacial de validez de la profesión, tal y como si no somos arquitectos, no podemos opinar sobre la técnica de una construcción, sino somos médicos no tenemos la capacidad de dictar alguna receta, pero basados en el amplio contexto informativo de nuestros días, a muchos se nos hace fácil volvernos maestros graduados en la universidad de la vida.
¿Por qué la sociedad se siente responsable solamente de la educación de los niños y no de la educación de todos los adultos de todas las edades? Eric Fromm
Así, los docentes “apóstol” y “estricto” han evolucionado y en la actualidad suele hablarse de docentes “críticos” y “desencantados”. Los primeros ejercen a través de la docencia una vocación de vida, conscientes de su constante progreso y los segundos apenas la consideran una suerte de oportunidad laboral, algo que hacer con sus vidas. La pregunta del millón tal vez sería ¿Qué porcentaje de uno y otro existe en el universo del sistema educativo mexicano?
“El educador mediocre habla. El buen educador explica. El educador superior demuestra. El gran educador inspira.” William Arthur Ward
Somos lo que hemos leído y esta es palabra de lector.
Contacto: radioelitesaltillo@hotmail.com
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