La
dicha de ser maestro
Por
Javier O. Urquidi
El pensar es la virtud más grande del ser
humano, por eso la importancia de la labor del maestro trascendental será
encontrar los límites de cada alumno, debemos ir al encuentro del conocimiento,
teniendo fe en que lograremos descubrirlo siguiendo el camino de la sabiduría.
La educación es la luz del educando y el
conocimiento es la razón del individuo, acrecentada con la inteligencia innata
de cada quien.
Todas las cosas tienen su razón de ser y de
manera consciente o natural se desarrolla por la enseñanza del mentor, es muy
difícil que se equivoque aquel individuo que escuche la razón. La labor del
maestro es única, luchando con los antagonismos de la vida misma, después de la
noche sigue el día, lo caliente se enfría, así que el que no sabe aprende.
El gran filósofo Heráclito afirmaba: “El
hecho de aprender muchas cosas no instruye la inteligencia, pues de otra manera
había instruido a mis discípulos”.
Siguiendo este precepto, debemos inferir que
es más importante trabajar en los valores pero sin dejar de lado el cúmulo de
conocimientos, aunque estoy convencido que la justa medianía es lo mejor.
Mientras tanto el profesor José Cleotilde
Madrid afirma: “La labor de un docente es muy extensa, tiene muchas directrices
pero destaca una; educar para enfrentar la diversa problemática de la vida, si
un maestro cumple con esta premisa estará arribando al logro de un objetivo
básico”.
El pensamiento es una virtud que se debe
cultivar y solo el que ve los resultados reconoce este gran don. Mientras tanto
la maestra Mary Pimentel sostiene: “La
perseverancia es otra de las características con la que debe contar el docente
para ser el guía del alumno, para que sea un formador de vidas que dé como fruto futuras personas
íntegras e independientes”.
El maestro apela a toda su vocación para
convencer, la verdad, la justicia y el amor al próximo, son virtudes que un
maestro desarrollará en su labor docente mediador entre la verdad y la mentira,
buscando el origen de las cosas siguiendo la ruta del pensamiento analítico,
conocer la realidad del entorno para poder transformarlo es la labor eterna del
mentor, implementando la impartición de conocimientos como el trayecto básico
para lograrlo.
El destino de la humanidad es la educación,
sin condiciones, sin prejuicios arraigando por tradición actos morales que
enriquezcan la bondad de las acciones.
Vagando en el destino llegamos al mundo de la
educación, aprendimos a sentir, a amar y a disfrutar su textura diáfana, sin
importar el esfuerzo físico que pusiésemos en ello. Aceptando todos los retos
del porvenir logramos modelar al destino, el mundo avanza… y nosotros debemos
estar satisfechos por haber sido parte fundamental en el engranaje de la
educación.
La vida se acaba perdidos entre la noche de
una nada, esperamos pacientes la hora del eterno refugio, sin caer en la
desdicha del misterio, ya no hay sufrimiento… ¡Ahora hay paz!
Que sería de mí sin la dicha de ser maestro,
la luna refleja el silencio gozoso de una hermosa profesión, en cuya existencia
se encuentran los sentimientos del propio ser, quizá nos invada la
nostalgia, pero jamás el
arrepentimiento, la sensación de inquietud desaparece, en cada estrella podemos
encontrar luces de esperanza, carruajes celestiales que
lleven nuestros sueños anunciando al mundo entero que la vida avanza sin cesar.
Fragmento del libro “Maestro… hasta el fin”, para comentarios o mayor
información, visite la página: (javierurquidi.com)
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