lunes, 19 de mayo de 2014

COLUMNA



La dicha de ser maestro
Por Javier O. Urquidi
El pensar es la virtud más grande del ser humano, por eso la importancia de la labor del maestro trascendental será encontrar los límites de cada alumno, debemos ir al encuentro del conocimiento, teniendo fe en que lograremos descubrirlo siguiendo el camino de la sabiduría.
La educación es la luz del educando y el conocimiento es la razón del individuo, acrecentada con la inteligencia innata de cada quien.
Todas las cosas tienen su razón de ser y de manera consciente o natural se desarrolla por la enseñanza del mentor, es muy difícil que se equivoque aquel individuo que escuche la razón. La labor del maestro es única, luchando con los antagonismos de la vida misma, después de la noche sigue el día, lo caliente se enfría, así que el que no sabe aprende.
El gran filósofo Heráclito afirmaba: “El hecho de aprender muchas cosas no instruye la inteligencia, pues de otra manera había instruido a mis discípulos”.
Siguiendo este precepto, debemos inferir que es más importante trabajar en los valores pero sin dejar de lado el cúmulo de conocimientos, aunque estoy convencido que la justa medianía es lo mejor.
Mientras tanto el profesor José Cleotilde Madrid afirma: “La labor de un docente es muy extensa, tiene muchas directrices pero destaca una; educar para enfrentar la diversa problemática de la vida, si un maestro cumple con esta premisa estará arribando al logro de un objetivo básico”.
El pensamiento es una virtud que se debe cultivar y solo el que ve los resultados reconoce este gran don. Mientras tanto la maestra  Mary Pimentel sostiene: “La perseverancia es otra de las características con la que debe contar el docente para ser el guía del alumno, para que sea un formador  de vidas que dé como fruto futuras personas íntegras e independientes”.
El maestro apela a toda su vocación para convencer, la verdad, la justicia y el amor al próximo, son virtudes que un maestro desarrollará en su labor docente mediador entre la verdad y la mentira, buscando el origen de las cosas siguiendo la ruta del pensamiento analítico, conocer la realidad del entorno para poder transformarlo es la labor eterna del mentor, implementando la impartición de conocimientos como el trayecto básico para lograrlo.
El destino de la humanidad es la educación, sin condiciones, sin prejuicios arraigando por tradición actos morales que enriquezcan la bondad de las acciones.
Vagando en el destino llegamos al mundo de la educación, aprendimos a sentir, a amar y a disfrutar su textura diáfana, sin importar el esfuerzo físico que pusiésemos en ello. Aceptando todos los retos del porvenir logramos modelar al destino, el mundo avanza… y nosotros debemos estar satisfechos por haber sido parte fundamental en el engranaje de la educación.
La vida se acaba perdidos entre la noche de una nada, esperamos pacientes la hora del eterno refugio, sin caer en la desdicha del misterio, ya no hay sufrimiento… ¡Ahora hay paz!
Que sería de mí sin la dicha de ser maestro, la luna refleja el silencio gozoso de una hermosa profesión, en cuya existencia se encuentran los sentimientos del propio ser, quizá nos invada la nostalgia,  pero jamás el arrepentimiento, la sensación de inquietud desaparece, en cada estrella podemos encontrar luces de esperanza, carruajes celestiales que lleven nuestros sueños anunciando al mundo entero que la vida avanza sin cesar. Fragmento del libro “Maestro… hasta el fin”, para comentarios o mayor información, visite la página: (javierurquidi.com)

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