Rigo Tovar. Ídolo del pueblo
Javier López Medina
Donde Rigo se presentaba a cantar, ríos de gente lo iban a ver, cantaban
junto con él, bailaban, lloraban de alegría, lo abrazaban, lo besaban, se
desmayaban, habían hecho un ídolo que veneraban todos los días. Rigo es amor,
decían en comunión el pueblo y él. Yo estaba muy chavo, tendría entre ocho,
diez años, cuando Rigo Tovar andaba en su apogeo, sus rolas se escuchaban en
todas las casas de los barrios, en todos los baile
Sus canciones son muy sencillas, su letra profunda y clara llegaba al
corazón de quien las escuchaba y llega al corazón de quién la escucha. Su
manera de vestir y de bailar eran muy propia de él, únicas, originales; sacaban
de onda a quien lo veía bailar o vestir, pero más sacaban de onda los ríos de
gente que arrastraba como mar enfurecido a donde quiera que se presentaba. La
raza se vestía igual que él, había muchos “Rigos” en los barrio y en el centro
de la ciudad los veías caminar. Rigo era un ídolo. Rigo era amor. Su forma de
vestir se convirtió en una moda que entre más te adentrabas a “Juan Pueblo”,
más seguidores tenía.
Con su cabellera entre “afro” o Hippie, sus Ray Ban, sus conjuntos
chillantes, pantalones de campana, sus botas o zapatos plataforma, y sus
colguijes en el pecho, se dejaba “caer la greña”. La “marcaba”, hacia su
“aracle” completo, brincaba, bailaba, gozaba la música a “morir”. Su ropa con
la que se presentaba a cantar él la diseñaba, a veces eran muy curiosa, y unos
combinados muy propios de él; pero era el ídolo del pueblo, todo lo que hacía
Rigo estaba bien, las mujeres se alocaban al verlo y los hombres querían
parecerse a Rigo. Su forma de bailar estaba centrada en movimientos poco
estéticos, poco finos, más bien rudos, mostrencos, burdos, ocurrencias
inventadas en ese momento quizás, pero para el pueblo, cada uno de sus
movimientos era festejado con una rabia infinita y con un amor hacia Rigo que
rayaba en el delirio.
Su paso favorito era un simple brinco, pero la raza lo
festejaba como la más grande de las acrobacias jamás vistas; cuando hacia un
pasito a la Michel Jackson, o cuando bailaba tipo Rock And Roll, la gente se
entregaba al último ídolo del pueblo. Sus rolas las componía el mismo, los
arreglos él los indicaba con un simple “tarareo” del arreglo musical que quería
y sus compañeros del grupo lo entendían en el acto. La letra de sus canciones
reflejan su manera de ver la vida, cantaba cumbias, románticas, mariachi,
su repertorio eran tan infinito como su amor por la música. Rolas tenía de
todas, pero unas eran muy especiales, como “Lamento de amor”, “Oh que gusto de
volverte a ver”; “Perdóname mi amor por ser tan guapo”,
“Quítate la máscara”, “Mi amiga, mi esposa y mi amante”, “Enamorado de
verdad”, “El testamento”, “Canción para una decepción de amor”.
Pero su canción más simbólica era la “Sirenita”, quién no la había
escuchado no podía decir que conocía las canciones de Rigo, hablar de la
canción de la “Sirenita” y hablar de Rigoberto Tovar García era una y la misma
cosa Las canciones más potentes dedicadas a una madre, las tiene Rigo Tovar,
llegan a lo profundo del alma, “pegan donde duele” y hacen que te “cuadres”,
canciones como “Amor sincero no hay más”; “Porque abandone a mi madre” y
“Queridos padres”, están simplemente “pegadoras”.
La presencia del ídolo del
pueblo en concierto movía mares de gente que se mecían de un lado a otro,
mientras Rigo con un micrófono en mano y los instrumentos más básicos hacían
vibrar aquella marabunta que había ido a venerarlo. Cruzó el “charco”, para
conquistar Chicago, Miami, Hollywood y puntos circunvecinos, el ídolo cruzo
ríos y mares con sus canciones escritas desde su corazón y su mundo.
El día que Rigo enfermó de sus ojos, plegarias y oraciones en las iglesias
fue lo que sobró, el pueblo a los pies del ídolo. Rigo Tovar con su Costa Azul
fueron juntos hasta el final, nunca se bajó del barco, nunca se volvió solista,
nunca se dejó llevar por la fama, ni se dejó llevar por el tintinear de las
campanas, siempre leal. Quienes son seguidores de los Beatles y han visto como
se rendía un pueblo a los pies de los monstruos de Liverpool, deben ver Rigo
Tovar y su Costa Azul en concierto, tenía un poder igual o más grande que los
Beatles.
El día que Rigo se presentó para un concierto en Monterrey, Los
diarios registraron una asistencia de 400,000 personas y cuando el Papa Juan
Pablo Segundo se presentó ahí mismo, los diarios registraron 300,000. Cuestión
de ver para creer. Cuestión de oír para sentir. Cuestión de valorar para
comparar. Rigo solito y al final ciego, al “tú por tú” con cualquier ídolo. “Murió
el 27 de marzo de 2005 a causa de un paro cardiorrespiratorio. Su
cuerpo fue incinerado y pidió que sus cenizas recorrieran todo el país
(México), y después fueran esparcidas en la playa de "su Matamoros
querido".
jalome65@yahoo.com.mx
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