Lerdo eterna
juventud
Por Javier López Medina
En Lerdo el
tiempo se detiene y la juventud se vuelve eterna.
Lerdo es una
ciudad de 150,000 habitantes, le dicen la bella Ciudad Jardín; se le conoce así
porque hay muchos árboles y es la ciudad más fresca de toda la región. Es un lugar muy bonito, con un casco urbano pequeño,
que inicia en la calle Chihuahua y termina en la Calle Gómez Palacio, y del
Blvd. Guadalupe Victoria hasta el “canalito”, tiene muchas fachadas antiguas,
un ritmo de vida suave.
En la parte rural, tiene “tres
brazos”, el que va de Dolores (La Borrega) hasta el ejido la Mina; el que va de
la comunidad de los Ángeles hasta Graseros; y el que va del Huarache hasta
Monterreycito. Todos tienen su encanto. La ciudad tiene su propio ritmo de vida, su gente tiene una visión propia
del tiempo, y aun es un lugar “donde todos se conocen”. Su gente bonita, noble,
sencilla, inteligente y franca. Ahí
desembarque una década de mi existencia, viví días felices; la gente me enseñó
muchas cosas para poder navegar en las turbulencias de la vida. De vez en cuando voy y me doy cuenta de que el tiempo
no pasa, muchas personas que conocí en una estación de mi vida, están iguales o
casi iguales al último día en que las vi. Cuando camino por la plaza principal, la que está frente a la Presidencia
municipal, me voy encontrando viejos amigos, de un tiempo pasado. Me he encontrado a Tacho el bolero de la plaza.
A
“Karina la Ibérica”, que trabajaba en el mercado Municipal Donato Guerra. A Nando el del menudo; a Polo el Arquitecto; a Juana,
y a Petra, de la Colonia Roberto Fierro; a Celina Contreras, de las Piedras; a
Rigo, el de las tostadas de ceviche; a Misael, que también tiene un negocio de
mariscos. A los hijos de “Chamoy” el de los
tacos de barbacoa; a Morillón un personaje de la ciudad; a Sergio Reyes Pérez,
la “Choyita”. Al Güero de los Tortillones. Al Señor que todo el tiempo anda en la plaza vendiendo semillas y dulces de
eucalipto, entre broma y broma. Y de vista, he visto mucha gente que me
impresiona el tiempo no pase por ellos. Me impresiona verlos igualitos, tan igualitos que los conozco al instante,
sin la menor duda de que “ellos, son ellos”. Siempre por los mismos lugares, las mismas rutas, la misma tranquilidad y
con el mismo encanto; al verme me saludan como si casi dos décadas de distancia
fueran tan dos minutos de no habernos vistos. Me abraza la felicidad, y me río. Cuando me encontré a Juana la de la Colonia Roberto
Fierro me dijo: “Javier que gusto verte, el otro día estaba platicando con mi
mama y nos acordamos de ti. Me dijo, si lo vez me lo saludas”.
Me atrapó su comentario. Juana y yo teníamos años de
no vernos y su mama, quizás la última vez que nos saludamos fue hace dos
décadas fuera de su casa, ella llevaba un mandil azul a cuadros, su cabello
recogido y su sonrisa de siempre. Eso me encanta. Se agradece carguen conmigo
en su memoria, como si fuera ayer. La Ciudad Jardín tiene su propia historia, su propia raíz, y sus propios
orgullos; es única, como única es la ciudad de Gómez Palacio y única es la
ciudad de Torreón. Ciudad Jardín, es la ciudad de la
eterna juventud; y si no hay vida eterna, cuando menos deseo larga vida para
sus habitantes.
jalome65@yahoo.com.mx
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