Coahuila no tiene quien le escriba
Rubén Olvera Marines
“El intelectual es un personaje incómodo, irritante, que rehúye el dogmatismo y desconfía de las utopías”. Rafael Narbona (Reseña de Un siglo de los intelectuales de Michel Winock)
En medio del zafarrancho en el que se convirtió el proceso electoral de Coahuila −una mezcla entre House of Cards con Kevin Spacey y The Campaign con Will Ferrell−, algunos connotados líderes de opinión, poseedores incluso de una pluma privilegiada, dilapidaron una estupenda oportunidad para reafirmarse como la generación de pensadores cuyo atractivo principal residía en su distancia de los vaivenes de la trifulca política, referentes inequívocos en momentos de agitación e incertidumbre. Terminaron, algunos de ellos, revelando una intencionalidad política evidente –en ciertos casos, diferentes posiciones antes y después de las elecciones− o, peor todavía, asumiendo un papel intelectual secundario en un momento donde en Coahuila suceden cosas de primer orden; otros inclusive eligieron redactar melosas cartas dirigidas a algún político. Frente a una llamativa ausencia de portavoces ecuánimes y estrictos, intérpretes de los reclamos de una sociedad cansada del ardid y la diatriba, bien podría afirmarse, para resumir, que Coahuila se encuentra al borde de una crisis de intelectuales; escasean los ingenieros sociales que tracen rumbo y los arquitectos que dibujen nuevos horizontes, brigadas de profesionales de la pluma que remuevan la basura que dejaron las contiendas electorales. Si en el momento más álgido de la disputa política, incluyendo, por supuesto, el fenómeno postelectoral, que en Coahuila se vuelve cada vez más complejo e incierto, los líderes de opinión coahuilenses no lograron asumir un papel intelectual de primer orden, o, sin más argumentos que la fama de su pluma, sucumbieron ante la seductora tentación del poder, quebrantando su vocación histórica de servir como referentes justos y críticos, frente a los envites del juego político, en la calma, al sosiego de la resaca electoral, su pluma, su pensamiento, sus opiniones, quedarán reducidas al olvido, incluyendo sus argumentos que se confundirán con manifiestos, con simples epístolas cuyo destinatario pareciera ser el príncipe y no, como debería ser, el pueblo. Es cierto, a todos nos fascinó la elección más competida de la historia, por lo que en ese momento, subirse a un barco político podría parecer valiente y audaz; reflejando, en apariencia, una imagen que incomoda al poder o a la oposición. Sin embargo, si pierdes tu apuesta, tendrás que mantenerte firme, asumiendo tu desliz. En Coahuila, los resultados sorprendieron a los líderes de opinión. Algunos de ellos, adelantándose al fallo de los tribunales, intentaron enmendar la plana, luego, ante una eventual anulación de la elección, su pluma y palabra perderán el encanto de otros tiempos. Ésta es la crisis a la que me refiero. ¿Dónde quedó entonces el “músculo intelectual de los líderes coahuilenses”? ¿A quién leer o escuchar, para encontrar un nuevo horizonte? ¿Quién demostró durante el proceso electoral arrojo, ética, sentido, autonomía y claridad? En Coahuila están sucediendo cosas importantes, trascendentes para la política, la economía, la sociedad, los derechos humanos, la seguridad y la cultura. Para dimensionar la magnitud y complejidad de los problemas, necesitamos líderes que sin temor de incomodar e irritar al poder o a la oposición, asuman un compromiso ético mediante el planteamiento de verdades, de aquellas verdades que los líderes políticos prefieren esconder o matizar. Las instituciones públicas del estado viven una crisis de credibilidad nunca antes vista. Reclamamos una nueva camada de pensadores, alejados del pragmatismo político que caracteriza a los procesos electorales, capaces de abordar distintos temas desde una óptica social y crítica. No queremos que el abismo de los intereses políticos se llene con más intelectuales.
Tu Opinión: olveraruben@hotmail.com
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