El PRI
'gruñe' a sus gobernadores
Rubén Olvera Marines
Qué tiempos aquellos, los anteriores a las elecciones
del pasado 5 de junio. El PRI navegaba en las aguas tranquilas del quijotismo,
deslumbrado por el ímpetu de su capitán, desairando un horizonte cargado de
nubarrones que anunciaban tormenta. Con
el proceso electoral para renovar doce gubernaturas llegó la tempestad, urnas
cargadas de votos de castigo, bolas de granizo que pegaron fuerte a los débiles
techos bajo los cuales algunos gobernadores incurrieron en excesos y distorsiones
del ejercicio público.
Alguien debió advertir, revisar los instrumentos de
navegación que señalaban la creciente inconformidad de los electores, pero la
miopía se impuso. Una apuesta por nueve de las doce gubernaturas decidida por
la pasión. “Manlio está 'blofeando'”, le insinuaron al Presidente Peña (algunos
aseguran que Peña escuchó perfectamente, asintió y continuó con su labor).
–Aquí en Coahuila, poco antes de la elección del 5 de junio, el analista y
aspirante independiente Jorge Castañeda fue contundente: “A lo mucho tres de
las doce para el PRI”-. La respuesta, después que el PRI dejó de gobernar 19 millones de personas,
sustituir al capitán. ¿Vendrá con el nuevo responsable de las maniobras en el
PRI un golpe de timón para las elecciones de Coahuila, Estado de México y
Nayarit?
Por lo pronto, el nuevo capitán priista, Enrique Ochoa Reza, ha
insinuado que ahora sí tomará en cuenta los instrumentos de navegación que dejó
encendidos su antecesor, Manlio Fabio Beltrones. Recientemente se reunieron. Cuentan que se le
escuchó hablar más a Manlio que a Ochoa Reza. Si el sonorense mantuvo su
lectura de lo sucedido el 5 de junio, entonces el líder priista tomó nota del
diagnóstico: los electores votaron en contra de la corrupción y castigaron con
su voto los excesos de algunos gobernadores. Seguramente Manlio Fabio insistió
en que el problema no fueron los candidatos, sino la propia gestión de los
gobiernos priistas, léase gobernadores. ¿Qué tanto del diagnóstico de Beltrones
es certero? ¿Cuánto de ese diagnóstico tomará Ochoa Reza para ajustar la nave
priista rumbo a las elecciones estatales de 2017? Coahuila y el Estado de
México son de esos pocos estados en los cuales no ha gobernado un partido
distinto al PRI.
La ola de la alternancia que alcanzó a Veracruz, Tamaulipas,
Durango y Quintana Roo, coloca en la agenda del votante anti PRI, la posibilidad
de sufragar por alguna alianza opositora, PAN-PRD, encabezados, dicen, por una
mujer, en EDOMEX, y PAN-PRD y, tal vez, UDC, para Coahuila. Nayarit experimentó
la alternancia en 1999 con Antonio Echevarría del PAN. Cabría entonces formular
la pregunta: ¿en un escenario en donde prevalezca la idea del voto de castigo
en contra de la corrupción y crezcan las marejadas de la alternancia, cuál
sería la estrategia y el perfil del candidato que le permitirían al PRI
sobrevivir? Si Ochoa Reza hizo suyo el diagnóstico de Beltrones, entonces la respuesta
resultará sencilla de concebir aunque difícil de implementar: dejar fuera a los
gobernadores del proceso sucesorio.
Alejarlos lo más posible de los candidatos,
incluso, en alguno de los casos, señalar sus excesos desde el propio candidato
del PRI. El candidato sería, por antonomasia, alguien ajeno a los gobernadores.
Ya sé lo que estarás pensado, amable y acucioso lector: “antes de ofrecer una
respuesta como la anterior, cabría preguntarse si Rubén Moreira, Eruviel Ávila
y Roberto Sandoval, gobernadores en los estados que celebrarán elecciones en
2017, representan un activo o un pasivo para el PRI rumbo a las elecciones más
competidas en la historia de las tres entidades”. La respuesta no podrá Ochoa Reza tomarla de su antecesor. Ni siquiera
consultará a las bases militantes, leales en exceso al círculo del poder.
Reducida a su esencia vertical, la opinión de la élite y de las estructuras
internas del PRI respecto al debe y el haber de los gobernadores, cederá su
privilegiado espacio a un solitario 'gran elector' que todo lo sabe y que, sin
Manlio Fabio en el PRI, todo lo puede. El 'supremo' se llama Enrique, y su
apellido no es Ochoa. Uno de los tres gobernadores ya lo buscó. Será cuestión
de tiempo para que lo hagan los otros dos.
Tu Opinión: olveraruben@hotmail.com